viernes, 17 de junio de 2011

Los fantasmas sí existen. (Volumen 1)

Cada vez se encontraban menos. Y no porque él no quisiera, lo que ocurría era que tenía temor de acostumbrarse demasiado, a tal punto que cuando uno de ellos (él) dijera hasta aquí, no tendría valor de echarse atrás, de olvidarlo. Por ello no respondía a sus llamadas, evitaba toparse con él en la universidad, inventaba excusas cuando le pedía que se vieran en su casa. Estoy ocupado, he prometido salir con una amiga, prefiero pasarla en mi cuarto ¿que vengas?, no mis viejos están en casa, sospecharían. Muy a su pesar, y de nada había valido las prevenciones, estaba empezando a sentir cosas por él, y, lo intuía, él igualmente. Eso lo percibía en los instantes en que por fin se veían, en la forma en cómo lo abrazaba, lo besaba, lo olía. Daba la impresión de que quería retenerlo, amarrarlo con sus caricias, impedir que se fuera. Daba la sensación de que él deseaba que continuaran juntos en la cama, entrelazados en la penumbra, en la secreta oscuridad que les ofrecía la habitación de la casa de sus padres, en el refugio que representaban esas paredes, porque una vez que se separaran, que uno de los dos se deslizara por las sabanas y pisara el frío piso, eso habría acabado, y la inclemente realidad de sus vidas vendría a devolverles a su insufrible monotonía.
Dos jóvenes de veinte años, estudiantes aparentemente normales para el resto, que se tiraban a escondidas y con ansias; en esa absurda sentencia pensaba a menudo Enrique luego de que terminaran de restregar sus cuerpos. Dos cojudos que creen que podrán vivir ignorando esto, peor aun ignorándonos. Era martes, agosto, las clases de la universidad absorbían el tiempo y hace semanas no se veían. Hoy por fin Enrique había aceptado la invitación de Aldo de venir a su casa, ya que sus padres habían viajado y la casa sería para ellos. Enrique por un momento estuvo a punto de negarse, pero noto en el timbre de voz de Aldo una ansiedad que lo conmovió. Así que se baño, se vistió, tomo un taxi y llego a la casa con una extraña mezcla de rencor y nostalgia. Apenas cruzó la puerta del cuarto, Aldo lo empujo contra la pared y le beso.
-Tranquilo, que me vas a romper la espalda- le dijo sonriendo, pero Aldo no le hizo caso, le alzó el polo y beso su pecho, mordisqueándolo. Luego le quitó el pantalón veloz, y lo puso de espaldas, sin hablarle, sin pedirle que se mantuviera quieto mientras lo penetraba. Le embistió con ansias, tapándole la boca con su velludo brazo derecho. Enrique estuvo a punto de protestar, no lo hizo, temía que si hablaba, Aldo haría algo que no le agradaría.
Sin embargo, antes que se viniera, Aldo se apartó de Enrique y se tiró en la cama de bruces, con la mitad del cuerpo descubierto, jadeando. Enrique se subió el pantalón y permaneció quieto sin saber qué hacer, ni qué decir, ni si irme a su lado y consolarlo, o retirarme de la habitación e irme a casa.
-¿Consolarlo, pero de que?- preguntó Tina.
-Ivón esta embarazada.- dijo Aldo, al rato.
De pronto, el cuarto dejó de ser ese recinto protector que representaba, se transformó en un lugar hostil, gélido. Enrique calló unos cuantos minutos, en tanto Aldo se cubría el cuerpo y se sentaba al borde de la cama fumando un Hamilton mentolado. Las piernas separadas, la mano izquierda cayendo perezosa en medio de ellas, la mirada perdida en la pared. Enrique se apoyó en el muro, y deslizó su espalda por el, hasta sentarse en el suelo. Tenía la boca seca, y su corazón latía rápido.
-Bueno, que buena noticia. Espero que lo tengan-dijo Enrique con una mueca .
- ¡NO seas huevón! No es ninguna noticia buena. Es la peor de todas- dijo Aldo con disgusto.
-Pensé que querías a Mónica.-dijo Enrique con un dejo irónico.
-La quiero, pero no tanto como para que seamos padres. No ahora.
- Bueno, algo tendrán que hacer. No pueden deshacerse del niño, seria cruel.
-Lo se, no lo pienso hacer. Una vez basta-dijo Aldo sacudiendo la cabeza. Enrique de repente lo encontró aniñado.
-Embarazo a una empleada cuando tenía quince. La obligo a que aceptara deshacerse del niño. La pobre no le quedo de otra que hacerle caso, además le amenazó con que él no se haría cargo del niño, que podría denunciarla por meterse con un menor de edad, ya que ella era siete años mayor.-dijo Enrique.
-Eso es repugnante.-dijo Tina.
-Lo es. Sé que lo es.
-¿Y qué paso con ella?
-Murió por una infección a las trompas, o una cosa así. Aldo nunca pudo superarlo, lo sé por que él cuando lo cuenta llora, aunque no creas llora. Dice que nunca se lo va a perdonar, que será su condena eterna.
-¿Y a pesar de lo que hizo estuviste con él?-dijo Tina.
- Veras, para un chico como yo no hay mucho que escoger. Se me cruzó en mi camino y yo lo tome. Así de simple.
-No, no lo haremos. Hemos decidido tenerlo, lo jodido será decirlo a nuestros padres.- explicó Aldo - ¿Por qué pones esa cara?
-¿Qué cara?
-Esa, esa misma que pones.
-Déjame, no tengo nada.
-No me digas que estás celoso- y se le encendió un brillo en los ojos al decírmelo, una leve esperanza, como si eso hubiera sido lo que espero por semanas, meses.
-Calla idiota- ¿celoso yo? ¿De ti? Primero me visto de Dark Quenn, antes que hacerte una escenita.
-Uy eso quiere decir que sí lo estas- y se empezaba a divertir, le divertía verme así, pero yo no, yo quería llorar, golpearlo.
-¡Vete a la mierda!- le dijo Enrique. Se puso de pie y salió disparado del cuarto tras los gritos de Aldo que le llamaban. Cruzó la sala como un rayo y al saltar a la calle un aire helado en el rostro le trajo la calma. Camino rápido, al avanzar media cuadra, escuchó la voz de Aldo llamándolo. Giró molesto
-Hey ¿a donde vas?- le dijo Aldo- No te puedes ir así.
- Claro que puedo, ya lo estoy haciendo.
- Vamos tranquilízate. Disculpa si te incomode con lo de Mónica, es que no tenía a quien decírselo. Volvamos a la casa, ven vamos- le dijo Aldo poniéndole una mano en el hombro. Por un momento Enrique se ablando, la imagen de Aldo, el rostro de Aldo con esa sonrisa dibujada, los pómulos perfectos, los ojos verdes, la nariz aguileña, lo atrapo como tantas otras veces, como la vez que lo conoció, como siempre lo haría si continuaban la farsa. No obstante, Aldo quito la mano de su hombro en el instante que un vecino paso cerca de ellos. Aldo le dijo buenas noches. Enrique bajo la mirada, comprendiendo todo.
-¿Vienes?- insistió Enrique- Mira que no acabamos lo que empezamos.
-¿Dime que soy para ti?
-Eh…
-Se quedo mudo, alucinado. Creo que esa pregunta la había esperado que se la hiciera desde antes, ahora lo entiendo. Sí, su rostro era el reflejo del desconcierto que le provocaba toparse con esa dura interrogante, una pregunta que él mismo se la habrá hecho a menudo-dijo Enrique.
-¿Y que te dijo?-dijo Tina.
-¿No lo has entendido? ¿Qué soy para ti?


-Eh…
-Se quedo mudo, alucinado. Creo que esa pregunta la había esperado que se la hiciera desde antes, ahora lo entiendo. Sí, su rostro era el reflejo del desconcierto que le provocaba toparse con esa dura interrogante, una pregunta que él mismo se la habrá hecho a menudo-dijo Enrique.
-¿Y que te dijo?-dijo Tina.
-¿No lo has entendido? ¿Qué soy para ti?
Aldo sonrió sin ganas y miro para todos lados. El viento ondulaba su cabello castaño, la luz naranja de las farolas bañaban la calle, el cielo despejado sonreía en una media luna. Abrió la boca, y la cerró. La abrió de nuevo, y otra vez la cerró. Finalmente dijo:
-Un buen amigo-con esfuerzo, con mucho esfuerzo, le costaba mentir sus ojos le delataban-Eso eres hombre, un buen amigo.
-Y supongo que los buenos amigos se tiran a menudo- dijo Aldo con ironía.
-Oye que pesado estas eh… ¿A qué viene tanta inquisición?
-Olvídalo, creo que me voy a casa.
-Pues bien, si deseas irte veté. Ya veo que esta noche, no es tu mejor noche.
-Te equivocas. No es la tuya, la mía si.
Tomo un taxi antes que Aldo respondiera. Por la radio sonaba: dancing with myself. Al arrancar, Enrique miro por el espejo lateral derecho a la figura de Aldo hacerse pequeñita mientras el carro avanzaba. Al perderlo de vista, recostó la cabeza en el asiento. ¿Cuando fue que sucedió? ¿Por que n lograba superarlo? Se bajo del taxi al llegar a la pensión donde vivía. Al trasponer la puerta de su minúscula habitación, tiro las llaves en el escritorio, encendió la llave y se lanzo la cama de bruces.-Otro día en el paraíso- musitó Enrique acariciando la funda de su almohada. Cerró los ojos y se quedó dormido a los dos minutos. En medio de la irrealidad onírica de su mente, creyó ver un rostro hermoso que le sonreía. Era el rostro de Gabriel.


-Así que esa noche soñaste con él-. Dijo tina.
-Si después de tiempo soñé con el-dijo Enrique.

viernes, 20 de mayo de 2011

¿Dime qué somos?

¿Dime qué somos?

Esa era la pregunta que deseo hacerle en el instante en que sus ojos se encontraron, en esos breves segundos en los que el verde de su iris era lo único que podía ver. Pero la pregunta murió tan pronto como unos pensamientos oscuros irrumpieron en su cabeza. Era entonces que se apartaba de sus ojos y miraba el techo. ¿Qué te ocurre? Le decía él. Nada no me pasa nada, le contestaba y volvía su rostro, esta vez sin ninguna interrogante, sin ninguna inquietud.
Se puede escribir mucho de la rutina de los días, pero uno siempre lo vive como si fuera algo nuevo, como si fuésemos una excepción en el cosmos. La monotonía es distinta para cada persona. Para el era un ir de días, una acumulación de horas muertas, un cuadro en color sepia; en un momento de su vida, simplemente dejo de vivir, se convirtió en un zombi, en una bolsa que vuela en la calle, arrastrada por el viento; era un abrir los ojos y preguntarse ¿ahora qué? ¿Ahora qué? Y recibir el extraño eco como respuesta, una vacía contestación; era no tener en la cabeza un mapa, no poder decir con certeza en donde estoy; era confusión, era nostalgia. Pero nostalgia de qué, de quién. ¿De él?
Es extraña la memoria. Se recuerda a veces cosas que uno no a vivido. De pronto al caminar por la calle, le asaltaba un recuerdo de una escena que no era suya, por lo menos no de esta vida. Se esforzaba por hilvanarla con su pasado, no lo conseguía. Era un reminiscencia independiente a las otras, ajena a ellas, y al mismo tiempo, familiar. Aparecía en esas evocaciones en un suceso feliz, importante; entonces se llenaba de jubilo, y conseguía mitigar el tono gris de sus adentros. Pero pronto aquel solaz se iba porque entendía que no era un recuerdo suyo, que era prestado. Había sido la vida la que se lo otorgo, compasiva. A veces alguien nos manda ese tipo de recuerdos, con el propósito de ayudarnos a entender el camino que hemos andado.


Dime qué somos-quiso preguntar pero se cayó. Era la pregunta que a menudo deseó hacerle a Gabriel y que no recuerda haberla hecho, porque sus recuerdos se mezclan constantemente con la realidad, lo apartan del mundo, lo privan de poder andar pisando firme. No está seguro si se la hizo o no, del mismo modo que no está seguro de estar ahi, de caminar por las calles de aquella ciudad, de seguir vivo. La misma conciencia de su existencia es tan volátil como la presencia de los fantasmas que suelen acompañarlo. Pero una parte de su ser, le grita que sí llegó a decírsela y entonces se llega a ver a los dos frente a frente, con un par de botellas personales en la mesa.
-Muy buenos amigos-fue la respuesta, la tan ansiada respuesta, la que podría no ser la verdadera, porque puede que fuera igualmente un sueño, uno de los muchos que tiene.

lunes, 9 de mayo de 2011

Esta vez es para quedarse.

-¿Por qué te fuiste.?- me pregunta Cesar.
-Porque necesitaba un tiempo solo. La soledad ayuda.-le respondo.
-¿Lo crees?
-Sí, sí lo creo.
Hace frío, pero eso no incomoda, ni a nosotros, ni a los niños que juegan en el parque, el mismo parque en el que hablamos por vez primera. Los niños se confunden con las palomas, y las palomas se difuminan en el cielo como nubes.
-¿Y qué hiciste todo este tiempo?¿ Qué descubriste?
-Pues descubrir, descubrí poco, solo me di cuenta. Se descubre lo que nunca se ha visto, pero era tan obstinado que no lo veía, pasaba de largo. Pasaba sin tocar el suelo.
-Hmmmmm. Bueno, me alegra que hayas venido, pensé que no lo harías.
-Y perder la oportunidad de oírte, para nada.
-Oye te noto diferente, hay un brillo en ti ...¿Te has enamorado.?
No contesto, pero mi silencio da a entender una afirmación.
-¿ Y quién es.?
-Alguién que era todo lo diferente a lo que pensaba. Lo comparo con el que idealizaba y me doy con la sorpresa de que no son iguales, y eso me gusta, me gusta mucho.
-MMMM; pues me alegro. Uno nunca se enamora de lo que realmente piensa, o cree. Nunca es asi. Pero espero que eso no te vuelva alejar de mi.
-No, para nada. Algunas cosas se van, otras regresan, y unas pocas son para quedarse.
Y tras decir esto, miramos el horizonte, en tanto los niños juegan, juegan a ser dioses.

lunes, 18 de abril de 2011

Breve pausa prolongada.

Aunque el título es ambiguo, Cesar y yo pasamos por una atapa un tanto complicada. Pronto estaremos de vuelta. Gracias por los comentarios. Besos

viernes, 25 de marzo de 2011

Sábado de resaca.

Los sonidos le vienen de lejos, de un lugar ubicado en un punto de ese espacio que percibe ajeno a aquel mundo onírico en el que se encuentra. Puede que venga de otro espacio ubicado dentro de aquel espacio, o puede que provenga de la realidad que elude con todas sus fuerzas. No lo sabe, ni lo quiere saber. Es feliz allí, en aquella atmósfera irreal, caliente, extraña. Camina desnudo por un campo extenso, cuya superficie mullida le hace cosquillas los pies. Se siente contento consigo mismo, consciente de cada parte de su cuerpo, tranquilo por el receptáculo de carne que alberga su esencia. Tras andar un buen rato, se detiene en un lugar del claro, porque escucha que los sonidos se estan volviendo fuertes. Si no se equivoca, lo están llamando....




-!Hey dormilón abre los ojos que ya es mediodía!.




Era Natalia. No le sorprende encontrarla al pie de su cama sacudiéndole las piernas, lo que le causa sorpresa es haberse quedado dormido hasta muy tarde, sobre todo si él no tenía esa constumbre y si sus padres no se lo permitían. Se sienta en la cama con un tanto de pereza y rastos de sueño. Una parte de él encuentra cierta resistencia a permanecer acá, desea volver al lugar de donde lo habían sacado; tal vez así, piensa Cesar, se siente cuando uno sale del vientre materno hacia el hostil mundo.


-Vaya hombre, por la cara deduzco que te las pasado bomba anoche...!Vamos, cuéntame!


De pronto la voz de Natalia se le hace insoportable, son acordes desafinados de un instrumento indescifrable. Le parece estar oyendo a una mala cantante en un concierto de heavy metal.


-Podrías hablar despacio....¿por qué tienes que gritar?- pidió Cesar cogiéndose la frente.

-Pero si estoy hablando de lo mas bajo....Oye ¿no habras tomado anoche, no?-preguntó inclinándose sobre Cesar- Oh santo cielos....!has tomado!...No me lo puedo creer...y pensé que yo sería la primera que te vería ebrio....!qué decepción!...Bueno, bueno, cuéntamelo todo, cada detalle,¿ok?, no me ocultes nada...Pero no lo creo, ¿tú tomando?. Vaya, vaya, ese Andrés debe ser especial, eh, si que si...

Y Natalia continuo con su parloteo, mientras Cesar intentó recordar los detalles borrosos que ahora desfilaban por su mente. Recuerda que luego del primer baile, se acercó a la barra y bebió un trago de color rojizo y nombre exótico. Bebió con Andrés que no parecía muy contento con la idea de verlo tomar, pero él no le hizo caso, y pidió otro. Ya para el tercero, no podía mantenerse de pie. Encontró raro eso de ingerir alcohol, no lo había hecho antes por el temor que le daba encontrarse mareado, sin embargo, anoche, sabía que al lado de Andrés nada malo podía pasarle, de modo que bebió sin consideraciones ni restricciones. Ahora la pregunta era saber cómo logro entrar a su casa en ese estado y sin que sus padres le hayan increpado algo. ¿O si lo hicieron?. Un escalofrio recorrió su espalda al pensar en ello.


-Oye- dijo Cesar mirando a Natalia-¿quién te abrió?

-Tu mamá- respondió ella.

-¿No te dijo nada?

-No, nada de nada. Le pregunté por ti y me dijo está arriba, y pues, subi.

-Ah, es bueno saberlo-dijo Cesar sospechando que ahí había gato encerrado.-De todos modos, creo que mas tarde me daran una sermoneada por haber venido en ese estado.

-Bueno, pasando a otro tema ¿qué tal con Andrés?

-De lo mejor, fue una buena noche.

-¿Sólo eso?...Digo, no, no hubo algo mas, algo cochino que quieras contar a tu mejor amiga...

-Si piensas que me fui a la cama con Andrés e hicimos el 70 menos siete andas equivocada. No todo el mundo es ligero de ropas...

-Uy, se me viene hacer el santo....Pues que desperdicio de noche, ¿ni siquiera un beso?

-No, ni un beso. Fue diferente, especial, lleno de revelaciones.

-Puaf, que aburrido....

-Para mi no lo es, además.....


De pronto Cesar guardó silencio y miró la pared de su cuarto. Como un rayo de luz, un fragmento de lo que paso en esos borrosos minutos en la discoteca, le cayó encima. Se vió en el baño recibiendo una llamada; se vio cogiendo el teléfono móvil con manos temblorosas por el alcohol; se vio mirando la pantalla y leyendo que se trataba de un número privado. Al contestar la llamada, le siguió un mutismo al otro lado de la linea; quienquiera que le llamara, no se atrevía hablar, era perceptible un leve jadeo, una dudosa respiración.

-¿Aló?-balbuceó Cesar-¿Aló, quién es?

-¿Cesar?-dijo una voz ronca-¿Cesar?

Y tras eso, la conexión se rompió.


Anoche no pudo sopesar aquello, pero hoy que todo ya formaba parte de un pasado reciente, Cesar empezó a llenarse de una intranquilidad enorme al recordarlo. ¿De quién era la llamada? ¿Acaso....?....No, eso era imposible ¿o sí?


-¿Qué pasa?-preguntó Natalia

-Creo que ayer Enrique me llamo mientras estaba en la disco.-respondió Cesar, y como un acto reflejo buscó rápido en los bolsillos de su pantalón su teléfono móvil. Al encontrarlo, fue hacia la opción de llamadas recientes. Efectivamente, en el historial figuraba que a eso de las dos de la madrugada alguién que no se quiso identificarse le llamó. Cesar miró a Natalia con ojos llenos de esperanza, pero ella sacudió la cabeza y dijo:

-Oye, pudo haber sido otro, no necesariamente debe tratarse de Enrique.

-¿Y que tal si lo es, eh? Hay una probabilidad.

-Probabilidad que es muy remota. Si fuera él, ¿por qué te llamaría como privado?. No crees que hubiera sido mejor que hiciera lo contrario para que pudieras ubicarlo.

-Lo sé, pero que tal si no quería ello. Quizá buscaba mantenerse así, y solamente deseaba hablarme.

-Sabes, te estas haciendo un mundo con esto. Deja de pensar en ello, te haras daño. Enrique forma parte de tu pasado.!Entiérralo!

-Pues no se me da la gana, y si te molesta oírme, es mejor que te vayas.

-Oye, no te desquites conmigo eh, que si me voy te quedarás sin nadie que te sequé las lágrimas.

Cesar sonrió ante el comentario. Natalia tenía razón, estaba nadando sobre fango, viendo visiones. La llamada pudo haber sido de cualquiera, nada con doble sentido. No osbtante, la voz que escuchó, esa voz, le recordó tanto a Enrique....

Miró la pantalla de su teléfono. Era obstinado, y de alguna manera encontraría la forma de saber quién le llamó. Respiró tranquilo sabiendo que en algunas situaciones es mejor seguir el instinto a la razón.





Posdata:


Cesar y yo agradecemos a Stultifer por concedernos el prestigioso galardón del blog del día perteneciente al 25 de marzo del presente año. Llevamos poco tiempo aquí y esto es un gran aliciente para continuar con esto. Muchas gracias.

sábado, 12 de marzo de 2011

Cuando bella descubrió lo que había debajo de la bestia.

-Siempre te veía con él, por eso me resistía a acercarme. Paraban juntos y eso hacia imposible cualquier intento de amistad.



-Sí, probablemente no te habría hecho caso. Me habría pasado de largo ante tus intentos.



-Ves , por eso preferí mantenerme lejos, acaso así, llegado el momento, me acercaría.



-Y creo que ese momento ya llegó, ¿no?



-Sí, eso parece.




Se sonrieron. Cesar nunca imaginó que aquel muchacho oscuro y medio raro que paraba oteando tras los cuadernos su espalda, era en relidad un tierno y simpático adolescente de mirada noble y frases encantadoras. Pensó en aquella película de Disney, en la que un bello príncipe salía de un monstruo tras el descubrimento del verdadero amor. Claro que ahí no se descubría nada, pero por lo menos, el fantasma que todos los días cruzaba por su lado, había mutado en eso que ahora veía. Contento de haber tomado una buena decisión viniendo a esta cita, Cesar recordó los minutos breves y maravillosos que pasaron en el malecón, antes de venirse acá. Quedaban rastos del sol, y Andrés se había parado a su lado, contemplando el espectáculo que tenía enfrente. No obstante, a Cesar le parecío que la imagen de Andrés mirando el horizonte, superaba a la del sol ocultándose; suspiró viendo sus ojos encenderse, sus labios cerrados en una línea delgada, su cabello ondulando sobre su frente por la brisa del mar. Cuando él giró la cabeza, Cesar tuvo que apartar los ojos y mirar el mar.




-Me encanta los atardeceres- le dijo- Es la sensación que produce, esa mezcla de pena y alegría que traen las cosas que escapan de nuestro alcance; aquí delante del mar, me doy cuenta de mi propia mortalidad, de mi simpleza, y eso, en lugar de deprimirme, me alienta, porque entiendo que formo parte de una serie de secuencias que llamamos universo; soy parte de ella, de esto.-y volvió a mirar el horizonte, con ojos soñadores.




-¿Siempre hablas así?-le preguntó Cesar.




-No; sólo cuando estoy inspirado y al lado de la persona correcta-respondió Andrés- Y si te interesa, es la primera vez que digo esto.




Cesar experimentó de nuevo aquel cosquilleo a la altura del estómago que le ocurrió las veces que estuvo cerca de Enrique. ¿Era una señal eso? ¿Significaba algo?




-Te lo digo porque pensaba que eras de pocas palabras. En el colegio apenas hablamos-explicó Cesar.




-Hay lugares en los que es mejor estar callados, mientras que en otros se debe hablar, y hay algunos en los que también se escucha-dijo Andrés.




-¿Y en cuál de esos tres lugares estás en estos momentos?




-Creo que en el tercero.




















-¿Y los dibujos, qué significan?



Estaban de nuevo en el restaurant al que Andrés le había llevado. Hicieron el trayecto hacia aquí en un taxi. Al sentarse ambos en la parte trasera del auto,Cesar vivió con calidez el roce de su pierna con la de Andrés, la caricia tímida de sus hombros. Le encantó estar así, sentir la fuerza de Andrés cerca, su cuerpo caliente, sus manos disponibles. Hubiera querido que él rodeara su brazo por su cuello, mas no lo hizo. No era el momento, no todavía.







-Son fantasmas-contestó Andrés oscuramente.



-¿Fantasmas?-repitió Cesar.



-Si, eso dije. ¿Tú no los tienes?



-No, creo que no-mintió Cesar.




-Pues no te creo. Todos los tenemos. Yo los libero de ese modo, dibujando. Lo que aperece en mis cuadernos, son algunos; cuando entres a mi cuarto verás el resto.




Cesar esbozó una sonrisa: ¿por qué le dijo que cuando entrara a su cuarto los vería?¿Acaso planeaba llevarlo?. Un cosquilleo en la entrepierna, le inquietó.




-Bueno, suponiendo que tengo fantasmas, ¿qué me aconsejas?. ¿De qué modo los libero?-inquirió Cesar tomando un sorbo de su bebida, no por sed, sino para apaciguar ese morbo reciente.




-Eso es una cuestión tuya. Debes descubrirlo a tu modo, no bajo el consejo de alguién. Para mí, la pintura representa el bálsamo que me ayuda a sobrevivir. El arte es eso, un modo de expiarnos, de pagar nuestras culpas, nuestros temores. Lo que lees, escuchas, ves, no es mas que el dolor ajeno transformado en belleza. En eso radica el don de crear, en hacer del caos del alma, una bella forma de transmitir esperanza.




-¿Y pintando estás haciendo eso?




-Supongo, aunque claro, no me puedo considerar un artista. Me falta mucho, y no se si tengo ese dón del que te hablo.




-¿Entonces por qué me lo dices si no lo tienes?




-Porque creo que tú si posees eso que me falta. Lo vi desde el primer día que nos cruzamos, lo sigo viendo en estos instantes, y continuó viéndolo en mi cuarto. Tengo una pintura en la que estás tú. No es que sea un boceto tuyo, es una imagen que te representa, que dice lo que veo de ti.




-Díme que es.




-Es un ave con las alas extendidas preparándose para volar. Está parada al borde del abismo y por un motivo que no se, no levanta vuelo. ¿Qué es lo que le impide? ¿Qué te impide elevarte por encima de nosotros?




-No lo se, supongo que es la pena.




-¿Por él?




-Tal vez, aunque hay otros factores.




-¿Como cuales?




-Mi familia, los chicos del colegio, mi ambivalente forma de ser, él...no se, son muchas cosas.




-A tu familia un día los tendras que dejar; sobre ti, puedes conseguir la estabilidad con esfuerzo, por él, ya es hora creo de que pienses en el hoy y no en lo que ya fue; y por los chicos de la escuela, no te preocupes, estaré ahí para cuidarte. ¿Es eso suficiente para que levantes vuelo?




-¿Cuidarme?. Apenas nos conocemos, y quieres cuidarme.




-Por si no te has dado cuenta, ya lo he hecho.




-¿Cómo así?




En este punto de la conversación, Cesar arrugó la frente. ¿Por qué decía que lo cuidaba? ¿Acaso lo hizo y él ni se dio cuenta?




-Hace poco, los chicos del salón planeaban gastarte una broma. Yo logré evitarlo-respondió Cesar.

-¿Una broma?

-Sí, una broma-afirmó Andrés- Querían encerrarte en el armario del conserje.


-Pero ¿por qué?.No entiendo


-Creo que por tu forma de ser. A ellos les parece rara y como la gente teme lo poco común, te ven de un modo diferente del que yo te veo.



-Vaya, me causa escalofrios. Pero ¿qué hiciste?



-¿Recuerdas ese día que recibiste una mensaje de texto en el que te pedían que fueras a las afueras del colegio?


-Sí, si recuerdo- afirmó Cesar recordando que tontamente lo hizo, creyendo que se trataba de un admirador que le pedía que hicieran un encuentro furtivo - Cuando fui, no había nadie.


-Es porque yo fui el que te mandó ese mensaje. -dijo Andrés.-Aquello me dio tiempo para ir al conserje y avisarle lo que ellos planeaban. De ese modo impedí que llevaran a cabo su plan, aunque claro, eso no asegura que no lo volveran hacer.


Guardaron silencio. En esos breves minutos, Cesar sintió una profunda gratitud hacia Andrés, no obstante, no pudo pasar por alto el detalle de que ahi afuera, lejos de la maravillosa cita que tenía, habían una suerte de matones dispuestos hacerle un poco complicada su paso por San Ignacio.¿ Por qué lo hacían? No se había metido con nadie, siempre trato de llevar la fiesta en paz, y a pesar de ello surgían de pronto ellos a ponerle un poco de oscuridad a su mundo, como si no fuera suficiente el peso de la partida de Enrique.


-Te agradezco lo que haces por mí, pero eso no asegura que estarás ahí cada vez que ellos vengan-dijo Cesar experimentando un repentino cansancio- De todos modos, gracias, ahora sé de quién cudarme.


-Debes hacerme caso cuando te diga que te cuidaré-insistió Andrés-no son palabras vanas.


-Bueno, supongo que tienes una vida, ¿no?. No soy el centro de ella.


-Para que me termines de creer,-dijo Andrés con los ojos fijos en él- uno de esos chicos es mi hermano.


El estómago de Cesar dió un vuleco.


-¿Tu hermano?


-Sí


-Pero...


-Ya te he dicho que ellos, en especial él, no le gustas tú; es raro, pero esa es la verdad.


Cesar no supo si creerle, o no. Decidió no preguntar más y recostarse en la silla; había perdido el apetito, y el encanto de la maravillosa cita, terminó esfumándose. Presentía que Andrés sí sabía la razón por la que su hermano le haya agarrado esa manía, pero optaba por no revelárselo. ¿Tenía que ver con él?


-¿Te molesta si nos vamos?-dijo Cesar deseando irse.


-¿Ahora?


-Sí, por favor


Andrés estuvo a punto de insistir, pero Cesar puso cara de "si no me voy contigo, me iré solo", por lo que no le quedo remedio que pedir la cuenta y pagar. Tomaron un taxi al salir del restaurant. Esta vez, Cesar prefirió recostarse contra la puerta, si bien Andrés puso su brazo sobre el respaldar del asiento, con el fin de abrazarlo. Luchó contra el impulso de retirarse hacia atras y fundirse en su regazo. La reciente conversación le martirizaba el cerebro, como gotas de lluvia en la ventana. Anque no tenía razones, se sentía molesto,fastidiado.¿Contra quién?, ¿Contra él, contra ti, por ser un tonto, un tonto enamorado?


Las calles estaban llenándose de transnochadores para quienes apenas empezaba la noche. Cesar los miró desde la ventana, imaginándose las horas largas que los esperaban a partir de ese instante: por unas horas se olvidarían de los problemas, se liberarían de penas, se sentirían libres. Por la vereda un par de chicas con tacos altos caminaban abrazadas mientras un descapotable con tres muchachos las seguía; en una esquina una pareja de enamorados discutía acaloradamente: él era guapo, y la chica ni que decir; en un teléfono público una muchacha con minifalda realizaba una llamada : al cruzar sus ojos con los de Cesar le sonrió. Por la radio pasaba: I Gotta feeling...


Sí, la noche se preparaba para ser muy larga y él apenas la estaba empezando. Reanimado un poco, Cesar se apartó de la ventana y sin pensarlo dos veces, se acostó sobre el pecho de Andrés: era fuerte y olía a cítrico. Aspiró su aroma lentamente, mientras Andrés (al principio sorprendido) sonreía y ponía su mano en su cuello.


-¿No te importa que el chofer nos mire?-preguntó Cesar sonriendo. El conductor les lanzó una mirada inquisidora por el retrovisor.


Andrés movió la cabeza negativamente.


-Si me importara, no habría puesto mi brazo alrededor de tu cuello-dijo-¿Seguro que ya quieres volver a tu casa?


-No, no quiero-dijo Cesar con convicción- Necesito bailar. Solo bailar esta noche...¿Crees que podemos?


-Claro que podemos-contestó Andrés- Podemos eso y más...Y a continuación, le indicó al chofer al sitio que se convertiría en su próximo paradero.


************









De pronto las luces se apagan y se escucha una maravillosa canción. Y por efecto envolvente queda atrapado bajo el hechizo psicodélico de las luces de neón; entonces su cuerpo empieza a perder su voluntad, y descubre que él ya no es él, que por un mágico hechizo va despojándose de sus ataduras en esa pista de baile. Y ya no le importa las miradas, y ya no le interesa el futuro, y el pasado pierde su relevancia; es como si aquel baile fuera un ritual de transición, tan solo es él, las música, el humo; no hay nadie más, nadie importa....¿Qué pasa? Se pregunta pero no consigue una respuesta, y quizá no sea necesario obtenerla, tal vez para ciertas cosas no hay mejores conclusiones que las que son menos evidentes. Puede sentirse liviano, puede verse libre de algo que hasta hace poco, antes de entrar a aquella pista, le sujetaba. Madonna le habla, y él le sonríe. Y canta Like a Virgin, y se sumerje de nuevo en el abrigo de la música, solamente que esta vez no piensa salir de ahí, no hasta que lo crea necesario.


Abre los ojos. Desde la barra de la discoteca, Andrés lo mira. Cesar le sonrié, creyéndole ahora que si podría encontrar dentro de él, ese dón del que le hablaba.

jueves, 10 de marzo de 2011

Colegio de varones San Ignacio: Andrés (parte 2)

Como suele ocurrir en los previos a un acontecimiento importante, los dos días que separaban para el viernes y su repentina cita en el malecón, se le hicieron eternos a Cesar. Esa noche, la que leyó la nota de Andrés, no pudo conciliar el sueño; se la paso calibrando posibilidades, inventándose respuestas, negándose a aquello y pensando que era falso; pero no lo era, la nota ahí estaba, y, como asegurándose de que no era una ilusión, la leía con frecuencia, acompañada de un vacio en el estomago que incrementaba el desasosiego que sufría.



En el colegio la acitud de Andrés fue la misma. No le dirigío la palabra, le miraba a escondidas y fijamente y continuó rozándole el hombro al pasar por su lado en los corredores. Confundido un tanto por las extrañas señales de Andrés, Cesar acudió a la única persona en el mundo capaz de darle un poco de claridad a la turbulencia de su cerebro: Natalia.



No solo era su amiga, era su mejor amiga y la persona más importante en su escaso universo de relaciones. Si era posible que todavía conservara un poco de cordura, se debía a ella y sus maravillosos consejos. Ella fue su paño de lágrimas cuando Enrique se fue, la confidente número uno en su relación con él, la intermediaria cuando ellos planeaban escaparse a un lado. Ella era el ancla que le impedía salir volando del suelo y escapar más alla de la tierra; era la hermana que nunca tuvo ni tendría (los suyos eran un par de orangutanes cuyo cerebro se ubicaba a la altura del sexo), era muchas cosas a la vez, y quizá, la más importante, una de las primeras mujeres que tocó. Porque hubo un tiempo en que Cesar pensó que lo que estaba sintiendo era pasajero, e intentando aclarar su confusión, se lío con tres muchachas buscando en sus brazos un poco de placer. Una de ellas fue Natalia y a pesar que no llegó a tener un orgasmo con ella, obtuvo una fuerte amistad que se afianzo cuando el le confesó, en medio de justificadas recriminaciones, que le gustaban los hombres. Desde entonces eran inseparables y luego de volver del colegio y hacer sus respectivos deberes, se reunían en la sala de ella a conversar largamente.



-¿Así que te invitó el viernes?. !Vaya! Que tipo para raro-le dijo mientras se comía un vaso de helado de chocolate- Y ni te habla, y te mira como comiéndote. Eso es lo que llamo una verdadera forma de joder la cabeza. A todo esto, ¿piensas ir?



-No lo se, creo que sí, pero luego se me viene el recuerdo de Enrique y las ganas se me bajan.-dijo Cesar.



Natalia hizo una mueca al oir el nombre de Enrique. Desde que él se había ido sin razón aparente, había cogido la manía de poner caras feas, ante la mención de aquel nombre. Es un verdadero imbecil-solía decir a menudo-mira que dejarte así, desprotegido en medio de tantos lobos, debío haberte llevado, o por lo menos darte una explicación....Y su monólogo proseguía hasta que Cesar le amenazaba con irse si continuaba criticándolo.



-Bien, lo que pienso es que debes ir...el chico no será muy claro del todo y ganas faltan de enfrentárselo, pero tampoco te puedes quedar cual viuda lamentando la partida de tu amado. Eres joven, guapo, debes tomar lo que te manda la vida. Mira que quién te asegura que otra oportunidad así aparezca. Asi que ve a esa cita, aclara las cosas con el confundido ése y recuperate de Enrique. Si no, vas a acabar más solo que monja enclaustrada...



Tras ellos guardaron un poco de silencio.



-Yo creo que te ahorrarías dolores de cabeza si fueras hetero. Creo que haríamos una estupenda pareja.-dijo ella, mordiendo la cuchara.



-Ja, eso es lo que crees. Con tus antecedentes me imagino que terminaríamos apenas en una semana, o tal vez en menos-dijo Cesar riéndose. Y tenía razón al decirlo, las conquistas de Natalia no se caracterizaban por durar mucho. La última de todas (un dj poco habaldor) duro apenas dos semanas. Ella decía que su problema era una falta de compromiso con los hombres. Me aburro mucho, no se, creo que soy inestable, solía decir. -Yo pienso que la que se debe cambiar de bando eres tú, quién sabe, puede que con las mujeres te vaya mejor.-agregó Cesar.



-No lo creo-respondió Natalia pensativa- No me imagino haciendo el cunnilingus, no, señor-negó con la cabeza- Estoy bien con los hombres, hasta que me aburra de ellos, claro, ya despues veré. En fin, el caso es que este viernes tienes una cita y necesitas estar muy lindo. Ya verá ése mudo, tras verte se volverá un loro.




El jueves por la tarde, Natalia llevó a Cesar a un centro comercial en el centro de la ciudad. Le hizo probar distintas combinaciones, le llevó de tienda en tienda, alteró los nervios de dos vendedoras y se atrevió a conquetear con el gerente de una perfumería. Finalmente, cuando Cesar estaba al borde de un arranque de ira, Natalia se quedó muda al verlo salir del probador de la décima tercera tienda que visitaban vistiendo una camisa blanca, una chaqueta negra y un pantalón que resaltaban las formas redonda de sus nalgas. Recuperada de la impresión, sentenció:




-Si el mudo no te lleva a la cama el viernes, te juro que yo lo haré.




Luego de ello, siguió una sesión de peluquería. Esta vez, Natalia sabía con exactitud donde llevarlo. El estilista, un tal Robert, era amigo de Natalia desde que la peinó para su primer casting (porque Natalia aspiraba ser una modelo y sus primeros intentos se limitaban a un comercial para una linea de jabones), tenía la manía de decir Tesoro, se conocía todos los chismes de la ciudad y sus temas de conversación abarcaban distintos campos. Como le cayó muy bien , permitió que Natalia le contara sus aventuras con Andrés, su relación frustada con Enrique y el conflicto de sentimientos por el que pasaba. Robert escuchó la historia con interés, y al acabar de oirla, sacudió la cabeza, sonriendo.




-Ay tesoro. Con quince años y pasando por ello.-le dijo sorprendido- Ya sabes lo que es la perdida de un ser amado, tienes una lucha interna por dos hombres...bueno, !qué envidia! Yo a tu edad aún me daba miedo ponerme a jugar con los niños y el baboso que me gustaba apenas se fijaba en mí. Deben ser los tiempos, ahora todo es directo, rápido. De todos modos, lo que yo pienso, es que si el tal mudo quiero contigo, deberías pensarlo. Creo que todavía amas a Enrique y sea cual fuera el mótivo por el que se fue, debes buscar la forma de ubicarlo. El amor es muy dificíl de encontrar, en especial en nosotros.




Natalia rebatió la opinión de Robert, y él defendió la suya. Mientras ambos intercambiaban sus puntos de vista, Cesar se miró en el espejo y recordó la escena de la noche previa a la partida de Enrique. Recordó la tristeza en su mirada, ese silencio que escondía mucho y decía demasiado. Enrique había cayado algo, y era muy importante como para no decírselo. Ese algo lo había llevado a tomar la decisión de dejarlo e irse lejos, y lejos era un lugar intrincado aún, un lugar que en estos momentos le daban a Enrique la paz que acá no tuvo, ni siquiera con él; lejos era un muro que se ponía al frente de Cesar cada vez que sacaba conjeturas, un muro alto, imponente, aplastante. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Buscarlo, esperarlo, guardar una especie de luto por su partida? ¿A quién debía hacer caso, a Natalia o a Robert?. Tras pensarlo unos minutos, decidió:




-Voy a ir mañana. Aclararé las cosas con Andrés y a base de ello, tomaré una decisión . No puedo permitir que la partida de Enrique me ponga en un estado estático. Si él hubiera confiado en mí, me habría dicho ese algo que le molestaba. El amor es confianza, es decirse lo malo y lo bueno. Tal vez le faltó un poco de eso.




Natalia y Robert se callaron, serios. Por su lado, Cesar hizo de esfuerzos para no llorar. No quería verse débil, no delante de sus amigos. Pagaron la cuenta, se despidieron de Robert y regresaron a casa en medio de un incómodo silencio, que era mitigado por el parloteo de Natalia sobre unos chicos de su colegio y sus planes de mudarse a vivir sola, una vez que su carrera de modelo despegara. Una vez que Cesar llegó a su habitación, dejó que la avalancha de emociones cayeran por su pecho y se liberaran a travez de un llanto liberador, largo, un llanto que se prolongó hasta muy de noche, un llanto como pocos en su vida. Y en tanto lloraba, miraba una foto que Enrique y él se tomaron un día de salida. En ese entonces tan felices; hoy, no quedaba nada de aquello, solamente recuerdos.


El viernes llego y las horas de la mañana pasaron con una angustiosa lentitud para Cesar. Trató de no mirar a Andrés y concentrarse en la clase, de ese modo, las horas fueron menos agobiantes. Al caer la tarde, ya en casa, se tomó una ducha y se vistió con parsimonia. Se encontraba débil, afiebrado por un nerviosismo poco común. Natalia le llamó media hora antes de que partiera. Le preguntó si se sentía listo, el mintió que si.


-Animo hombre, ve y doma esa fiera. Besos-le dijo.


Consciente que no sabía si terminaría encontrándose con Andrés, Cesar salió de casa bajo los pálidos rayos de sol de la tarde. Al llegar al malecón, ya no quedaba nada del día, apenas la bola naranja que se sumergía pausadamente en el horizonte. Vio el atardecer con un poco de nostalgia, recordando pasajes de su relación pasada. Unas cuantas parejas se besaban a un lado, un chiquillo vendía golosinas con bastante insistencia, unos vigilantes se paseaban de un lado a otro. No supo cuánto tiempo estuvo mirando el mar, ni si él le vigiló mientras lo hacia, el caso es que al girarse él estaba ahí, observándole del mismo modo que antes, sólo que esta vez, sonreía. Cesar se quedó impresionado al verlo:lucía hermoso, demasiado hermoso.


-Hola-dijo Cesar tartamudeando.

-Hola-le respondió él- Luces bien cuando estás callado. Te ves diferente.


Llevaba las manos metidas a los bolsillos, vestía una casaca de cuero negra y un jean azul. Su peinado engominado de todos los días era reemplazado por uno con flequillo, lo que le daba un toque sexy. Cesar no supo si quedarse ahí o pedir que se sentara. Como si él le hubiera leído el pensamiento, le dijo:


-Miremos lo que queda del atardecer. Luego iremos a un lugar que te va a gustar. La noche apenas empieza para los dos.


Las piernas de Cesar flaqueron al escuchar aquello...Pensó que después de todo, Natalia pudo haber tenido un poco de razón.